Los coches eléctricos están cambiando el ecosistema acústico de nuestras ciudades

A baja velocidad, un VE es 4-5 decibelios más silencioso que un térmico. Parece una cifra modesta pero en acustica es perceptible

El silencio del eléctrico... y sus matices

Un coche eléctrico parado (sin motor de combustión y con todos los sistemas apagados) puede registrar apenas 36,7 dB. En movimiento urbano, y antes de que la normativa obligara a emitir un sonido de advertencia, muchos EV circulaban casi en completo silencio, generando cierta preocupación por la seguridad de peatones y ciclistas.

Por este motivo, la Unión Europea estableció la obligatoriedad del sistema AVAS (Acoustic Vehicle Alerting System) en todos los coches eléctricos nuevos desde 2021. Este dispositivo reproduce un sonido artificial cuando el vehículo circula a baja velocidad (normalmente hasta 20–30 km/h) con una intensidad mínima de 56 dB y un máximo de 75 dB.

En carretera, el panorama cambia: a partir de unos 50 km/h, el ruido predominante ya no proviene del motor, sino de la rodadura de los neumáticos y la aerodinámica. Así, un eléctrico a 80 km/h puede alcanzar entre 65 y 70 dB, cifras muy similares a las de un coche térmico moderno en las mismas condiciones.

El avance silencioso de los motores térmicos

No se puede ignorar que la industria ha trabajado duro para silenciar los coches de combustión. A través de mejoras en la insonorización del habitáculo, escapes más eficientes y avances en el diseño mecánico, muchos vehículos térmicos actuales rondan los 65 dB en circulación urbana y de carretera, lo que hace que la diferencia con un eléctrico sea menos abismal que hace una década.

Sin embargo, la ventaja acústica de los eléctricos sigue siendo clara en ciudad y a bajas velocidades, donde la ausencia de explosiones internas y vibraciones mecánicas marca la diferencia.

Durante años, el sonido del motor ha sido la banda sonora de nuestras ciudades. El rugido de un diésel acelerando en un semáforo, el zumbido de un coche de gasolina subiendo de vueltas o el bramido de un escape deportivo formaban parte de un paisaje acústico tan asumido como inevitable. Sin embargo, con la llegada del coche eléctrico, el concepto de “ruido” en movilidad se ha puesto patas arriba.

En un mundo cada vez más ruidoso, que un coche eléctrico circule por la ciudad sin rugir ni vibrar me parece un lujo que va mucho más allá de la comodidad. No hablamos solo de gusto personal: hablamos de salud pública.

El ruido constante del tráfico —ese fondo sonoro que ya ni notamos— está demostrado que aumenta el estrés, altera el sueño y perjudica la salud cardiovascular. Y aunque la tecnología ha logrado que los motores de gasolina y diésel sean mucho más silenciosos que hace 20 años, el eléctrico sigue teniendo una ventaja innegable: su motor no explota combustible cientos de veces por minuto.

Sí, la normativa obliga a que los eléctricos emitan un sonido artificial a baja velocidad para proteger a peatones y ciclistas, y es lógico que así sea. Pero incluso con ese añadido, la reducción de ruido que aportan a las calles es notable.

En mi opinión, este silencio debería considerarse un argumento de peso a favor de la movilidad eléctrica. No solo por el beneficio para quien conduce, sino por el alivio que supone para quienes viven, trabajan o pasean cerca de las carreteras y avenidas. El coche eléctrico no es la solución a todos nuestros problemas urbanos, pero en la lucha contra la contaminación acústica, juega en el equipo correcto.

El ruido y su impacto en la salud

Más allá de la comodidad, el ruido del tráfico tiene consecuencias directas sobre la salud.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la exposición continuada a niveles superiores a 53 dB por la noche y 65 dB durante el día aumenta el riesgo de:

  • Estrés crónico

  • Problemas cardiovasculares

  • Trastornos del sueño

  • Deterioro cognitivo, especialmente en niños

  • Ansiedad y depresión

En el ámbito auditivo, la exposición constante a ruido intenso acelera la pérdida de audición y puede generar tinnitus (pitidos en los oídos). Aunque los coches por sí solos no alcanzan niveles tan dañinos como una discoteca o una obra, el ruido acumulado del tráfico urbano contribuye de forma significativa a la contaminación acústica.

Los coches eléctricos no son totalmente silenciosos, pero sí reducen de forma notable la contaminación acústica en entornos urbanos, especialmente en maniobras y velocidades bajas. Los avances en los motores de combustión han cerrado parte de la brecha, pero el simple hecho de eliminar el ruido del motor es suficiente para que el eléctrico parta con ventaja.

En un mundo donde el ruido es reconocido como un enemigo silencioso para la salud física y mental, cualquier reducción cuenta. Apostar por vehículos más silenciosos no solo mejora la calidad de vida de quien conduce, sino la de todos los que comparten el espacio sonoro de nuestras ciudades.

a veces, el ruido de los coches en la ciudad puede ser insoportable

OPINIÓN

El silencio que sí importa