Por qué hay tantos haters de la movilidad eléctrica (y qué hay detrás del ruido)
Las principales causas son fallos reales, intereses creados, cultura del automóvil, política y un caudal constante de desinformación
No te voy a vender humo: los coches eléctricos tienen problemas. Son caros de entrada, la red de carga sigue siendo un puzzle incompleto y en más de un viaje largo terminas mirando el porcentaje de batería como si fuera un reloj de cuenta atrás. Hasta ahí, realismo.
Pero el odio que circula por redes y bares va mucho más allá de esas críticas legítimas. Aquí hay algo más profundo: un cambio cultural forzado que a muchos les huele a imposición. Y cuando la gente siente que le quitan “lo suyo” —el rugido del motor, el olor a gasolina, el llenar el depósito en cinco minutos—, se defiende. Aunque esa defensa sea gritar en Twitter que un eléctrico es “inútil” sin haberlo conducido jamás.
A eso súmale que hay dinero en juego. Mucho. Talleres que viven del mantenimiento del motor térmico, marcas que no han hecho los deberes, petroleras con accionistas nerviosos… toda una industria que sabe perfectamente que el eléctrico no es solo una moda, sino una amenaza real. Y sí, hay campañas —a veces sutiles, a veces descaradas— para amplificar los fallos de los EV y enterrar sus ventajas bajo toneladas de titulares negativos.
El problema es que las administraciones han ayudado poco a contrarrestar esto. Se han lanzado a titulares verdes, a plazos de prohibiciones, a declaraciones grandilocuentes… pero han fallado en lo básico: poner cargadores donde se necesitan, simplificar ayudas, garantizar que un usuario medio pueda acceder a un eléctrico sin hipotecarse. Resultado: la narrativa se les ha escapado de las manos.
Mientras tanto, en redes, la mentira viaja a 200 km/h y la corrección de datos apenas arranca en segunda. Un vídeo de un Tesla ardiendo tendrá millones de visualizaciones; un estudio serio que demuestre que los térmicos arden más… quedará para frikis de la estadística.
La verdad incómoda es que muchos haters de la movilidad eléctrica no quieren un debate, quieren una pelea. Y una pelea no se gana con cifras, se gana con experiencias. Cuando el que hoy critica se suba a un eléctrico, haga un viaje cómodo, cargue sin problemas y vea su factura de “combustible” mensual reducida, el discurso se desinflará.
Hasta entonces, el ruido seguirá. Porque en el fondo, esto no va de coches: va de identidades, de bolsillos y de quién controla el volante del futuro.




La electrificación del coche avanza… y, al mismo tiempo, despierta una resistencia ruidosa... y no es solo cuestión de gustos. A escala global, los eléctricos (incluye turismos y vehículos ligeros) ya van camino de representar un cuarto de las ventas en 2025 según la IEA. El stock mundial de EVs se multiplicaría por cuatro hasta 2030 bajo las políticas actuales
1) El punto de partida: no es una moda, es un mercado… con baches
A escala global, los eléctricos (incluye turismos y vehículos ligeros) ya van camino de representar un cuarto de las ventas en 2025 según la IEA. El stock mundial de EVs se multiplicaría por cuatro hasta 2030 bajo las políticas actuales. En la UE, los BEV sumaron 15,4% de cuota hasta mayo de 2025; en España, el semestre ha acelerado y los enchufables llegaron al 21,4% del mercado en julio (pico mensual), con tirón en mayo-junio. Crece, sí, pero de forma desigual por regiones y con altibajos coyunturales.
2) El argumento del bolsillo: precio de compra, depreciación y expectativas
Parte del rechazo nace en el coste de entrada y en la depreciación percibida/real. La caída rápida de precios de batería (-20% en 2024 hasta 115 €/kWh) no siempre se ha trasladado al PVP, y la abundancia de oferta (y cambios de ayudas) ha presionado valores residuales de algunos modelos, especialmente en EE. UU. (descensos interanuales del usado entre -5% y -15% en 2025, según varios paneles). Resultado: quien teme “perder dinero”, se vuelve escéptico.
3) Infraestructura y fiabilidad: el talón de Aquiles que alimenta quejas legítimas
El “no puedo cargar” sigue siendo gasolina para los haters. En 2024, 1 de cada 5 intentos de carga pública en EE. UU. falló; en 2025 se aprecia mejora (alrededor del 84% de sesiones con éxito a inicios de año), pero la reputación tarda en arreglarse. En España, 2024 cerró con 38.725 puntos públicos operativos (podrían ser 50.171 si se activaran los pendientes), con gran desigualdad geográfica: cuatro CCAA concentran alrededor del 60% y hay zonas de la “España vacía” aún mal servidas. La señalización de 244 estaciones ultrarrápidas en carreteras intenta precisamente dar confianza


Los haters no van a desaparecer




España: qué cosas sí explican el rechazo
Ayudas a trompicones y trámites lentos (la prórroga de MOVES III hasta 2025 mejora el marco, pero arrastra fama de “lento y farragoso”).
Desigualdad territorial de puntos (mapa de REE aún incompleto; cobertura mejor en grandes ejes).
Oferta y precio: faltan más eléctricos asequibles del segmento B “de 20-25 k€” a gran escala.
Comunicación: titulares virales eclipsan datos.


dos tecnologías enfrentadas. Foto adriano puente
4) Autonomía, clima y pruebas “de verdad”: cuando el uso desmiente el catálogo
Otro foco clásico: autonomía y clima. Pruebas en frío muestran pérdidas apreciables; AAA cifró caídas cercanas al -41% con calefacción a -6 °C (dato conservador y discutido según modelo), mientras análisis de flotas reales sitúan la media en torno al 80% de la autonomía en condiciones bajo cero. Además, test “en mundo real” detectan brechas del 5-23% frente a homologación, algo esperable por protocolo y condiciones. Todo eso, sumado a esperas en ruta, alimenta la sensación de “no me sirve”.
5) Cultura del volante: identidad, status y la “guerra del tubo de escape”
El coche no es solo transporte: es identidad. Para muchos, renunciar al sonido, al cambio manual o a “llenar en 5 minutos” es renunciar a símbolos. En EE. UU., la brecha ideológica lo amplifica: solo 18% de republicanos dice que consideraría seriamente un EV, frente a 48% de demócratas (junio de 2025). Ese marco cultural contagia redes y titulares, y llega a Europa.
6) Política y whiplash regulatorio
Las normas importan y el vaivén lastra la confianza. En la UE sigue vigente el objetivo de cero emisiones de CO₂ en turismos nuevos en 2035, con revisión en 2026 y debate abierto sobre el papel de combustibles sintéticos; en paralelo, partidos y regiones han capitalizado el malestar por zonas de bajas emisiones o por el coste de la transición. El mensaje que percibe el comprador: incertidumbre.
7) Intereses creados y economía de la atención
La desinformación sobre EVs encuentra terreno fértil en plataformas donde lo polémico rinde más que lo cierto. Estudios recientes documentan que los bulos (incendios, “peor para el clima”, “baterías inservibles a los 5 años”) logran más alcance que las rectificaciones. En encuestas, una mayoría significativa de usuarios declara haber visto —y creído— afirmaciones falsas sobre eléctricos.
8) Seguridad e incendios: mito perfecto para clickbait
Los incendios son espectaculares y difíciles de extinguir, pero más raros en EV que en coches de combustión, según la agencia sueca MSB: en 2024 se registraron unos 3.100 incendios de turismos de todo tipo; los casos con eléctricos/híbridos fueron decenas y, ponderados por parque, la probabilidad es inferior a la de ICE. La UE publica guías específicas para aparcamientos y gestión del riesgo, otra muestra de que es un riesgo gestionable, no un apocalipsis.
9) Industria, empleo y territorio: ganadores y perdedores
El tránsito del motor térmico al eléctrico reordena cadenas de valor (menos piezas móviles, más electrónica y software). En Europa, el debate mezcla miedo a perder empleo tradicional y oportunidades en baterías/infra y nueva manufactura. Informes recientes advierten: mantener los objetivos de 2035 y desplegar política industrial puede crear decenas de miles de puestos en baterías y recarga; renunciar golpearía inversión y empleo. En España, el automóvil sigue siendo sector tractor y la competencia con China añade presión.
Cómo desactivar el “odio” (sin esconder los problemas)
Transparencia radical en autonomía: publicar consumo a 120 km/h, pérdidas en frío y tiempos de 10-80% reales.
Experiencia de recarga sin fricciones: más hubs bien ubicados, TPV universal, mantenimiento y SLA visibles; métricas de éxito por operador.
Señalización y visibilidad en carretera (pictogramas, paneles, apps oficiales coordinadas).
Ayudas predecibles y ágiles (pago en concesión/retroactivo claro) para reducir la ansiedad económica.
Pedagogía con datos: desmontar mitos (incendios, CO₂, baterías) con fuentes públicas (IEA, ICCT, MSB) y formatos visuales.
Hay haters porque hay fricciones reales (precio, recarga, autonomía en condiciones duras) y porque hay un ecosistema informativo que premia el alarmismo. Pero el balance de evidencias —clima, costes en uso, avance tecnológico— es favorable a la electrificación. La clave no es negar los problemas, sino resolverlos a la vista de todos: métricas públicas de fiabilidad, ayudas que lleguen, más producto asequible y comunicación honesta. Cuando la experiencia del día a día mejora, el ruido se queda sin gasolina.


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