Furgonetas eléctricas en España: el futuro del reparto urbano ya está aquí


En el corazón de las ciudades españolas, cada vez más calles se han convertido en territorio condicionado. Madrid con su ZBEDEP Centro, Barcelona con las Rondas, Málaga con su envolvente central o Zaragoza con su casco histórico ya no permiten que cualquier vehículo acceda sin más. Son las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE), que limitan la entrada a los motores más contaminantes y que, tarde o temprano, se convertirán en verdaderos filtros: solo quien tenga etiqueta ambiental limpia podrá cruzar esas fronteras invisibles.
En la práctica, eso significa que el reparto y la distribución urbana, que dependen casi por completo de las furgonetas y camiones ligeros, se ven obligados a repensar su flota. Entregar un paquete en la Gran Vía madrileña, llevar pan a un hotel del casco histórico de Córdoba o descargar material en una tienda de la Alameda de Hércules en Sevilla ya no es posible con cualquier vehículo. La electrificación, más que un ideal verde, empieza a ser una condición para seguir trabajando.
Cifras que hablan de un cambio, aunque aún tímido
El mercado español de furgonetas eléctricas está creciendo, pero todavía arrastra cifras modestas:
En los primeros ocho meses de 2025 se matricularon 9.088 furgonetas eléctricas, un 72 % más que en el mismo periodo del año anterior.
Aun así, siguen siendo solo el 3,3 % de los vehículos ligeros nuevos.
En 2024, la caída fue dura: apenas 4.871 unidades matriculadas, un 26,7 % menos que en 2023.
El contraste es evidente: mientras los turismos eléctricos empiezan a despegar, en el segmento de transporte ligero la electrificación avanza con cautela, golpeada por precios altos, incertidumbre tecnológica y falta de infraestructuras.
El látigo de la regulación urbana
La Ley de Cambio Climático obliga a todos los municipios de más de 50.000 habitantes a tener su ZBE. Muchas ya están activas: Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Málaga, Córdoba, Zaragoza, A Coruña, Badalona o Rivas-Vaciamadrid.
En ellas, los vehículos sin etiqueta ya no circulan; los de etiqueta B o incluso C están en la cuerda floja, con calendarios de prohibición progresivos. El horizonte es claro: los únicos que podrán moverse libremente serán los eléctricos o, como mucho, los híbridos enchufables.
Para las empresas de reparto, eso significa que el acceso al centro de la ciudad se ha convertido en un permiso tecnológico. O se electrifica la flota, o se pierde el cliente del centro.
La ecuación económica: coste alto vs ahorro a largo plazo
Aquí entra en juego la otra cara: el bolsillo.
Una furgoneta eléctrica cuesta de media entre un 30 y un 40 % más que su equivalente diésel.
Sin embargo, los costes operativos son menores: menos mantenimiento, energía más barata en comparación con el gasóleo, ventajas fiscales y de estacionamiento en algunas ciudades.
El Plan MOVES III ofrece hasta 9.000 € de ayuda para la compra de un vehículo comercial ligero eléctrico si se achatarra uno viejo.
Para una gran flota de reparto, esa ecuación empieza a salir positiva. Para un autónomo que trabaja con su furgoneta, en cambio, el salto sigue siendo muy duro.


Los muros del cambio: problemas reales en la calle
Infraestructura de recarga insuficiente. España cuenta con unos 60.000 puntos de recarga, pero alrededor de 13.000 no funcionan. Para un repartidor que necesita certidumbre, no hay nada peor que llegar a un cargador estropeado.
Planificación complicada. En rutas urbanas las autonomías de 200–300 km suelen bastar. Pero con carga pesada o turnos dobles, la batería se agota más rápido.
Capacidad de carga. La batería pesa y resta kilos útiles para mercancía. En logística, cada kilo cuenta.
Burocracia. Instalar cargadores en naves o garajes colectivos implica permisos lentos, trámites distintos según comunidades autónomas, y meses de espera.
Modelos que tiran del carro
Pese a las dificultades, el mercado ya tiene referentes claros en España:
Toyota Proace City Electric
Citroën ë-Berlingo
Renault Kangoo E-Tech Electric
Son los tres modelos más vendidos hasta el momento en 2025. Su éxito no se debe tanto a prestaciones espectaculares, sino a que encajan con el uso real: reparto urbano, trayectos cortos y accesibilidad al centro.
Además, grandes operadores logísticos y empresas de paquetería ya están renovando parte de sus flotas con eléctricos para asegurar contratos en el centro de las ciudades.
Mirando adelante: entre necesidad y oportunidad
La electrificación del transporte ligero en España no es una opción romántica de sostenibilidad: es un imperativo regulatorio. Quien no se adapte, se queda fuera del negocio urbano.
Pero también puede ser una oportunidad:
Menos emisiones y ruido en las ciudades.
Reducción de costes a medio plazo.
Ventaja competitiva para quienes se anticipen a la normativa.
La pregunta ya no es si las furgonetas eléctricas llegarán, sino cuán rápido se convertirán en la norma en calles donde las señales de tráfico ya marcan un antes y un después.






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